lunes, octubre 03, 2005

Una milonga de tren

"M, pásame una milonga, tienes?"

Somo si pudiera ver su rostro, despojado de la barba que otrora le diera a mi amigo aires de un redentor Jesucristo, con sus pequeños ojos color guarapo de papelón muy abiertos, me tecléó como respuesta "Una milonga? De qué hablas?"

Emulando a una músico (es "músico", invariablemente, para referirse a la persona? Por qué a veces la lengua es tan caprichosa y a veces tan machista?) dando clases a un pinchadisco (o DJ), le dije "género musical argentino del que, según los entendidos, deriva el tango".

Tras algunos segundos, lo veo que empieza a teclearme una respuesta: "sí, yo sé lo que es una milonga, lo que no sé es para qué quieres una milonga tú..." sin confesar abiertamente mis intenciones, le respondí: "Curiosidad. Quiero escribir algo en torno a una milonga y necesito una, aunque sólo sea una, para inspirarme". La respuesta de M fue una carcajada seguida de un irónico (pero no malintencionado) "vas a hablar de algo que no conoces?".

En realidad estoy habituada a hacer eso. No conozco todos los puntos a tratar ni todas las visiones posibles de todo lo que escribo. Sé que, realmente, no sé nada de nada. Y esa, igual que el filósofo griego, es mi única certeza.

"No sabemos todo de nada, no te parece? Además, te pregunté si tenías una milonga y quieres sabe qué quiero hacer con ella, en vez de decirme si la tienes o no. Tienes una milonga? Cuando veas lo que quiero hacer con ella, seguro te vas a reir... por eso no te quiero decir, para que no te rías por adelantado." Volví a hacer como "El Principito": hasta que leí ese libro a los 11 años no sabía que había alguien que, como yo, insistía sobre una pregunta hasta que le respondían algo. Por poco que fuera la respuesta.

"No, no tengo", dijo M. Pero añadió "tienes alguna preferencia en particular?" Y le dije que no, que sólo quería una milonga. M me respondió con la dulzura que le es característica a ese par de pocillos con guarapo de papelón que son sus ojos: "es que le voy a preguntar a mi viejo cuál es la mejor, según él, y busco entre sus discos para ripiarla y pasártela, OK?"

Conmovida, le dije "OK" muy escuetamente. Hasta crítico musical iba a tener!!! El padre de M es un hombre muy simpático, de una gentileza y calma que desdicen su contextura corpulenta y tosca. M es tan gentil como su padre, aunque siempre me pregunté por qué él era tan flacuchito y exiguo si su padre y su madre eran, desde jóvenes (he visto fotos de ambos), mucho más atléticos.

Al rato, mientras yo leía con los ojos grandes como un mundo un mail que me mandó el muso que me inspiró la nota de "Adiós.. .a tí", me escribió M "estoy ripiando la canción. Mi viejo se emocionó todo, que qué maravilla, que por fin me intereso por mis raíces y no sólo el rock... Le tuve que decir que no era yo sino tú el interesado y se quedó mudo y me decía "Laura? La misma de cuando tu accidente? Y qué es de su vida?" Y de vaina no le dió un infarto cuando le conté que estabas casada, en Bélgica, escribiendo en un blog a ver qué sacas en claro para una novela y que ahora te había dado por milongas".

No pude menos que reirme y decirle "y seguro que tú te cagas de la risa por dentro después de dejar patitieso a tu viejo con ese resumen conciso y inesperado de mi vida, verdad?" A lo que él respondió "Claaaaaaaaaro!!! Ataja que ahí te va..."

Y M me estaba mandando una milonga.

El jueves empecé un nuevo curso de Holandés para ver si algún día capto algo del mundo que me rodea en este pedazo del país en el que vivo, existo y no soy. De eso hablaré algún día, si alguien me pregunta. Con este curso de holandés empiezo un par de nuevas aventuras. Una de ellas es la de viajar en trenes a hora pico.

No es que yo no conociera los trenes antes de venir a Bélgica. En Inglaterra viajé en los asientos abatibles, cerca de los baños de un vagón, desde Londres hasta Edimburgo por cuatro largas horas que se hicieron mucho más largas con la compañia de dos suizos (un chico y una chica) y más amenas con mi diario de viaje que estaba escribiendo. En Inglaterra viajé en trenes hasta que me "maté la fiebre". En Francia también viajé por trenes. Varios. Diferentes líneas tienen diferentes olores. Eso lo descubrí en la tierra donde, irónicamente, o quizás a propósito, se masificaron los perfumes.

Sin embargo, mi "madurez ferroviaria" se la debo al sistema belga: un servicio diseñado, como todo en Bélgica, para complicar lo simple y alterar el orden lógico de las cosas. ejemplo? Las tablas de los horarios que, para el ojo inexperto, casi parecen unos papiros decorados con algún idioma que recuerda la escritura cuneiforme....

De resto, un tren se me antoja como un banco de plaza: la gente va y viene, entra o sale y, exceptuando el hecho de que tu cuerpo se mueve lado a lado o brinca al compás que le imprime a la cajita de metal los rieles por los que se desplaza, puedes hacer todo lo que se te antoja hacer en un banco de plaza: ver como todo pasa, comer, leer la prensa, hacer arrumacos a tu pareja y, dependiendo de la hora, la presencia de voyeurs y las ganas del momento... hasta algo más que arrumacos.

Ahora bien, viajar en un tren, a hora pico, es algo que yo desconocía. A esa hora, los trenes se despojan de todo el carácter romántico que alguien pudiera darles a pesar de la tecnología y los colores pasteles y fríos "para calmar a las fieras". Seamos sinceros, para el que no ha viajado antes en la famosa cajita sobre rieles, la experiencia se les antoja llena del lujo y exotismo del Expreso de Oriente.

En realidad, el tren se parece más a cualquier metro o autobús en el que hayan viajado: el que está más cerca de la estación de origen que de la de llegada tiene más posibilidades de conseguir asiento, debes comprar un ticket para ingresar al sistema y si te pillan sin el ticket te multan, debes respetar a los demás pasajeros y al personal del sistema... y correr para llegar a tiempo. No niego que hay diferencias entre el metro y el tren, pero algún día les hablaré al respecto.

Lo de viajar a hora pico tampoco era novedad para mí: en Caracas, más de una vez sentí la respiración, a veces calmada, de algún pasajero a mi espalda. De igual modo, iba yo respirándole en el brazo o en el hombro a algún otro incauto...

En este pueblito al que he venido a parar no hay mucho que hacer y, para seguir el primer curso de holandés que hice, hube de viajar por 8 meses a Kortrijk. Ahora me toca viajar a Brujas para este curso superintensivo que he tomado en un esfuerzo final por adquirir una entidad frente a los demás... una entidad que me permita decir, ante todo, que soy. Para ir al curso que me promete ponerme al nivel de Van Eyck en 5 meses, he de viajar a pie, en autobús, en tren, en autobús y a pie otra vez... con la meta del llegar al salón de clases antes de las 8:30 am.

He comprobado que esta hazaña de llegar a la hora a la clase es tan complicada como aprender a bailar una milonga: hay que saberse de memoria una serie de pasos, hay que estar pendiente de los movimientos del compañero y, lo más importante, hay que seguir el ritmo de la música. Perder el pie o el ritmo, implica que nos perederemos el resto de la milonga y, al final, hasta al compañero... en un genuino desencanto por nuestra actuación.

Esta mañana, como el resto de las mañanas que me tocarán en los próximos 5 meses mientras de oruga paso a mariposa Van Eyck, apagué el despertador, me sacudí el sueño, me despegué de la cama, bajé 17 escalones con cuidado para no terminar como Juan Luis Guerra en la canciónd e "el Niágara en Bicicleta" (como guanábana en la alcantarilla), me desperté con una ducha después de montar las arepas que me desayuno en la estación, esperando al tren (porque no me da tiempo antes), saqué a mi esposo de la cama y me peleé con la vianda de la merienda entre clases.

A las 7:13 am, parada en la plataforma de la estación, esperando para tomar el tren que me llevaría a mi destino, luego de haber caminado unas 8 cuadras para llegar a la parada del autobús que me pasea por 20 minutos entre dos pueblos, con unos 7 grados centígrados como cobija, una arepa en la mano, la boca llena, la respiración sosegada y el humo saliéndome por la naríz, tarareaba en mi cabeza la milonga que mi crítico musical recomendara. Quizás fuera en un intento mío por no perder el ritmo de mi ánimo en medio de los pasos a seguir (pie, bus, tren, bus, pie.. .otra vez!), y sin olvidar que tengo un compañero que no puedo perder...

3 Comments:

Blogger Phases Moon said...

"pie, bus, tren, bus, pie.. .otra vez"
suena rico, sobre todo porque la sincronía va al unisono de tu acompañante, el tiempo es precioso y perfecto en todo momento, cuando te des cuenta que estar relajada y tomar la precaución de medir el tiempo de espera, los cinco meses se irán volando.... A FALTA DE PALM, BUENAS SON LAS LIBRETAS. Seguro que hay mucho que escribir en un tren.

11:16 p. m.  
Blogger Hernán M Pinilla G said...

Me gusta como escribes, leerte es muy relajante, y hablando de milongas son magnificas las didfruto y me conmueven, saludos.

2:54 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Esti me haces reir demasiado con tus cuentos. No me imagino la cara de los belgas viendote comer una arepa mañanera... Te imagino comiendote una "pelua" y me da más risa aún imaginar la cara de los pobres incautos.Los trenes son una tómbola, puedes ver de todo! Bueno amiga siga tomando energías criollas para seguir en sus "saltos con garrocha" y no perder ni buses ni trenes
Besos

3:19 p. m.  

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