domingo, octubre 02, 2005

Por qué todos terminamos alrededor de la cocina?


Afuera llueve recio...uno de esos grises días (muy gris) en Bélgica. Ayer hacía un sol delicioso con una brisa fría pero suave. Un clima propicio para hacer una reunión en casa e invitar a los amigos. Como si fueran avezados meteorólogos, mi amiga A y su esposo B hicieron exactamente eso y reunieron a unos cincuenta amigos y familiares en una celebración en torno a "nuestra nueva casa" y "el 9° cumpleaños de nuestra hija". La invitación tenía unas 2 semanas en mi correo y ayer me alegré mucho de que hubieran tenido tan buena suerte como para poder disfrutar de toda la fiesta, piñata incluida para los niños, casi al aire libre. Hacia las 6 de la tarde, la fiesta empezó a moverse hacia la casa porque el clima estaba empezando a enfriar.

En la casa todos, a eso de las 7 de la noche, comiendo y bailando, hablando y bromeando, los anfitriones se la pasaban revisando si todos estábamos bien... y comiendo. A mi amiga A le fascina cocinar, por lo que veo. Y lo hace con un gusto y una sazón envidiables. De todo... se los juro. Ella tiene negocio propio dedicado a eso, el catering. Si quieren, les paso el teléfono. Los pedidos se entregan en Bélgica, advierto. Entre una y otra nos dieron las 8 pm y A me dijo para servir el quesillo... me pidió uno, ofrecí dos y se los llevé. A la pobre la ayudé sólo con eso. Si hubiera sabido que iba a cocinar tanto, la ayudo con más!

Ella repartió todo... y yo me quedé con 5 porciones más que me dispuse a repartir a como diera lugar porque ella insistía en que ya nadie quería. Se fueron 3 porciones y me quedaron 2 y convencida de que iba a poder "venderlas" todas, me fui a la parte techada del jardín, a una carpa que habían instalado para poder apagar las velas del cumpleaños y tumbar la piñata "en caso de que llueva". Allí, en parte por mi reciente contacto con uno de los que estaba hablando en aquel lado, en parte por mi extrovertido caracter, hice conversación, me presenté y me instalé a hablar como una hora o poco más con 2 de los 4 latinos que estaban allí, En torno a ... de todo un poco!

Tras unas dos horas de conversación con dos nuevas amigas argentinas, decidimos irnos "adentro" porque ya estábamos a unos respetables 7 grados o algo así (salía humo por la boca) y nos instalamos en la parte de la casa donde todavía quedaba espacio: la entrada a la sala desde el patio. Ví a mi alrededor brevemente: la sala estaba llena de amigos, niños de amigos, carreras de niños, conversaciones en torno a la comida en español, francés e inglés...y la cocina estaba repleta de holandés, todos en torno a la mesa central, la "isla" de la cocina. El tema se me escapa porque al código no lo discierno todavía. Además, yo tenía conversa aparte y música de mi tierra a buen volumen!

En ese momento me dice mi amiga A, pues estabamos hablando de mi blog y el caos ecléctico que tengo en él, "deberías hacer un blog con ese tema... por qué todo el mundo se mete en la cocina? Es que no importa qué tan chiquita sea, todo el mundo se mete en la cocina! Está toda la sala y se me meten en la cocina!" Era la segunda vez que ella me lo comentaba: cuando estábamos sirviendo el quesillo también me había dicho que para buscarme un plato (para sacar al quesillo de la quesillera y poder servirlo) era una odisea porque tenía que pedir permiso a todo el mundo porque todo el mundo estaba metido en la cocina... "espérate un momento", me dijo ella resuelta y ya dándome la espalda, lanzándose a esa marea de amigos y conocidos de ella que le estaban invadiendo la gaveta con los cubiertos y el gabinete de los platos y bandejas.

"Bueno, anda que te tomo una foto para ponerla en el post" le dije yo. Y ella felíz se fue a su cocina, algo más grande que la mía, para que yo le tomara una foto y se pudiera apreciar que, precisamente grande, no era. El post era un hecho. Ya hasta tenía en la cabeza cómo tratar el tema... el principio era lo que no tenía claro. Creo que eso es crónico en mí...

Cuando ella me había comentado por primera vez lo de que "todo el mundo está en la cocina, no entiendo por qué!", yo le había dicho, mientras me peleaba con un pedazo de quesillo que no se quería mover del sitio "es que tiene buena vibra, tiene tu energía y como estás aquí con buena energía siempre, haciendo todo con cariño y alegría, pues tiene buena vibra y atrae a la gente". En ese momento, ella estaba arreglando la bandeja para llevar la primera tanda de quesillitos y no me respondió nada. Y lo que le dije en ese momento, me sigue dando vueltas en la cabeza. Me complementa lo que ella me decía justo antes"es que no importa si es chirriquitica, todo el mundo siempre se reune en la cocina!" Es verdad, eso es cierto.

Inmediatamente me acordé de las cocinas que he visitado en tantas reuniones a las que he ido... en la casa de una amiga en Caracas, cuyo nombre empieza por C, nos reuníamos "las intérpretes" en el patio... e invariablemente, en algún momento, la reunión se mudaba a la cocina. En casa de mi otra amiga, A, en Caracas, igual nos pasó en la reunión de diciembre y, aunque no estuve sino breves instantes, llegó un momento en el que, inevitablemente, concurrimos casi todos en ese diminuto recinto. Por turnos, he ido desfilando por las cocinas de las casas de mis amigos, tíos, conocidos y amigos de mis padres a lo largo de mi vida. Y no soy yo la única! Reuniones navideñas que terminaron en la cocina, a pesar de que la anfitriona casi se enojaba porque nos había puesto picaditas y bebidas afuera, y nos veía pasándonos las picaditas de mano en mano alegremente mientras sosteníamos los tragos en la mano y nos quedábamos de pie, cambiando el peso del cuerpo de un lado al otro... en la cocina.

Qué tienen las cocinas que atraen a los invitados? Es muy fácil: tienen lo que llamamos en mi casa "calor de hogar". Sirven para preparar la comida y, a veces, comer. Nuestras madres se pasaban horas cocinando cosas para complacernos y deleitar el paladar de la familia. Nuestros padres incursionaban o ponían en práctica alguna de sus famosas recetas en ese fascinante recinto adornado de gabinetes y repisas en las que se escondían y alineaban cacharros, potes, frascos, platos, bandejas, cubiertos, implementos, especias y delicias vedadas a nuestro alcance, pero no a nuestros ojos....

Recuerdo la cocina de mi abuela materna como recuerdo la cocina de mi abuela paterna. Recuerdo la cocina de mi tía abuela materna R como la de mi tía paterna L. Recuerdo la cocina de C como la cocina de A... y recuerdo la cocina de mi casa en Caracas como la de mi casa acá: sitios de reunión, encuentro, descubrimiento, distracción, esparcimiento... Olores que se mezclaban con palabras, sabores con carcajadas, cubiertos con modales, inapetencia con regaños y sentimientos de culpa...

Recuerdo los olores que salían de la cocina de casa de mi abuela materna cuando armábamos las hallacas. Recuerdo aquellas paredes blancas de cerámica con los gabinetes turquesa que me parecían grandes y gordos. Recuerdo aquel pantry plegable que ella tenía y que, por la forma de la que gozaba, nos veía jugar, a mi hermana y a mí, entre sus robustas piernas, paséandonos adentro y afuera de él por los agujeros que, caprichosamente, definían sus patas y bancos. Recuerdo haber pasado un buen rato en su dura y plana superficie, aprendiendo a amarrar y envolver hallacas con mi tía A, que pacientemente me enseñaba. Me acuerdo del olor de la piña fermentando para hacer chicha andina en la mesa que mi abuela tenía frente a su cocina, al lado de ese pantry que alegremente reunía a las 4 hijas de mi abuela, los esposos de 2 de ellas, y a mi hermana y a mí, las hijas de una de sus hijas casadas. La generosidad de su cocina la hacía, sin embargo, quedar como toda las dueñas de cocina: de pie o a la cabeza de la mesa. Mi abuela era una matrona felíz que levantó sola a sus 4 hojas y era cabeza de familia en todo sentido. Y con la misma dulzura con la que nos calentaba el alma y la barriga con una sopa, nos regañaba a mi hermana y a mí por no obedecer a mi mamá y quedarnos sentadas, quietecitas, mientras venía el otro plato, en vez de jugar entre los pies de tías y tíos en ese pantry que nos ponía, codo con codo, al mismo nivel a todos.

Recuerdo el olor que salía de la cocina de mi tía paterna L cada vez que alguien iba a visitarla. Ella es de esas mujeres que, pase quien pase, y a la hora que pase, siempre tendrá un plato de comida para regresar a su casa "comido, bebido, meado y c..." porque ella no concibe la vida de otro modo, así debe ser. Influencia de su propia infancia, de cuando ella, como mi padre, pasaban vacaciones en el interior del país, en casa de sus tíos, y el tío L decía a sus hijos y sobrinos, en el umbral de la puerta y antes de salir a ninguna parte, "ya todos comieron, bebieron, mearon y c... ? Porque no quiero pararme por el camino a nada de eso!"

Recuerdo los olores de la cocina de mi casa cada vez que mi mamá cocinaba pasticho o mi papá hacía los espaghettis a la carbonara que mi hermana amaba a sus 6 años. Recuerdo el olor de las galleticas de avena de mi mamá y recuerdo a mi hermana "espejándose" (viéndose en el espajo, verbo reflexivo que creó a sus 3 años) en la puerta del horno de la cocina de nuestra casa en Baruta. Recuerdo mis propias incursiones culinarias a los 14 años, casi que de arranque creativo... y mi época de cocina "tandem", en la que invitaba a un amigo a cocinar conmigo. en estos encuentros, me acuerdo que reunía 2 cosas que me llenaban el alma: un plato nuevo y gustoso, y un amigo querido y estimado. Aprendí, así, a hacer un arroz con salchicas, un pasticho siciliano y una salsa para pasta que incluye tocineta y maíz. Con esas recetas, descubrí otro placer derivado de una actividad placentera para mí (cocinar) que antecedía a uno de los placeres más antiguos del hombre (la buena mesa) y que se relacionaba con los desastres, bochinches y carcajadas que de esas "visitas culinarias" se derivaba: disfrutar de un amigo desde otra óptica.

La cocina de mi casa acá ha servido de punto de encuentro, en 2 ocasiones, para 2 reuniones distintas. Y sé que si algún día, nos mudamos de acá, la cocina de la próxima casa ha de ser lo suficientemente grande como para dar cabida a unas 20 personas "cómodamente amuñañadas" en torno a la conversa y la comida, sosteniendo el trago en una mano mientras hacen malabares para poder comer lo que les sirva yo para saciarles el apetito y llenarles el alma. Porque creo que de eso está hecho ese magnetismo de las cocinas: no sólo se satisface una de nuestras necesidades más primigenias sino que se nos colma el corazón de cosas buenas.

A, a tí este post. A tí y tu buena vibra que baño, sazonó y condimentó todo lo que ayer tuviste a bien darnos para comer, disfrutar y engolosinarnos. Me debes la receta de las enchiladas y de las deliciosas bolitas de carne. Te debo la del quesillo "en su punto". Y las dos nos debemos un encuentro en mi cocina para compartir, junto con otros, sin "isla central", con malabares entre vasos y platos, en medio de una conversa en español, inglés o frances cerca del fogón y el budare, al lado de la puerta que da al patio, en el quicio de la puerta que comunica con la sala, con los corazones en la mano. Sin formalismos, sin mezquindades de espíritu. Porque junto a la cocina, todos somos niños que recordamos los olores, colores y sabores de nuestra infancia.. .y nuestro paladar se regodea del mismo modo que nuestra alma se recrea. A la salud de la buena mesa y los lindos recuerdos!

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

12:20 p. m.  
Blogger Phases Moon said...

Buuuuaaaaaa me dió mucha hambre, y de paso estás tan lejos uña querida... justo ayer hice un pasticho que me quedó para lamerse los deditos. Que lindo que la hayan pasado tan super!!!

4:52 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.5 License.