El jardín de Victoria
Tengo una amiga de esas, que no se consigue uno sino una vez en la vida. Como suele pasar con los amigos! Su nombre es Victoria. Y me fascina darle lata con la canción aquella de los años ochenta que dice "Ooo uo Uoh! Victoria! Aaaah! Aaaah! Regresa!" Que ya nada más de leerse este pedacito seguro que la tengo muerta de la risa en el cyber desde donde se revisa siempre los correos y de a ratos mi blog.
Ella siempre me dice que definitivamente no va a leer más nada de lo que le escribo porque "qué pensará la gente de mí? Cuando no me río a carcajadas, lloro como una boba..." Diría mi hermana (tan linda) "cada quien llora como lo que es"... pero lo cierto es que yo sé que Victoria no puede hacer eso de no leerse los mails y escritos míos porque ya nos hemos metido mucho en el alma de la otra.
Del mismo modo en que ella se le ha metido en la cotidianidad al man que maneja el cyber café desde donde se conecta habitualmente y que, a ratos, me lo imagino detrás del mostrador viendo a mi amiga sacando un papelito para secarse las lágrimas que le ruedan por las mejillas y sonarse la nariz con un discreto "shhht, shhhht" y preguntarse "qué será lo que le pasa a esta criatura ahora? Será el novio? Pobrecita..." mientras hace un análisis y saca conjeturas del por qué de la risa al llanto más sentido en ambos casos en la misma carta de la misma persona...
Y al final Victoria se volverá a sonar discretamente su nariz, como siempre hacía, una cosa tan discreta que era digna de envidia... y mirará para todos lados a ver si alguien se dió cuenta de su "descompostura emocional momentánea" y recogerá sus cositas y saldrá del cyber con la naricita sonrosada y el corazón apretado. "Te le has hecho indispensable al tipo del cyber y el día que no vayas más te va a extrañar. Vas a hacerle eso al pana? No. Entonces te puedes seguir leyendo tranquila mis mails que seguro que a él le alegras la rutina y lo haces preguntarse sobre la vida suya y por qué él no ríe y llora con lo que lee en la pantalla de una computadora.
En fin, mi amiga Victoria, que debe tener la cara del color rojo escarlata que ostenta la camisa que tengo puesta hoy para alegrarme este día de "verano" que ha estado tan gris como cualquiera de primavera u otoño o de invierno... es el tema de hoy porque ayer, en una de esas veces en las que puedo chatear con mi papi con cámara y micrófono (y lo peor es que él tiene su filosofía para que sean tan pocas las conversas: "poquito para que te quede el gusto..." y "para que me rinda el tiempo porque tu hablas más que radio prestado con pilas nuevas"), me dijo que el otro día mi amiga Victoria pasó por casa y entre la cháchara aquí y allá confesó que quería ver mi jardín acá. Ellos tienen fotos en casa pero no pudieron encontrarlas porque mi hermana las quemó en un CD y claro, las organizó en donde sólo ella sabe dónde...
Lorena fue la primera y Victoria la segunda. Ambas se han imaginado tanto todo lo que escribo, que les produce curiosidad ver si lo que se han imaginado se corresponde con la realidad. Lorena se imaginó el cuarto de la computadora, esta covacha desde donde les escribo.
Para la época, no disponía yo de la tecnología de avanzada para no colapsarles las cuentas de correo y mandarles foto más texto... así que me mandé a describir el cuarto. Lo que me valió para que me escribiera otra amiga, Ana María, y me dijera "qué lindo, yo quiero uno así!! Es desordenado y lindo... me encanta!!" Bien por Ana María a quien la imaginación le desborda y seguro le pareció cuchi tener un reguero de papeles, cables, cajas y cajitas que entonces no tenían una estantería donde reposar y que ahora, aún a pesar de que las cajas y cajitas reposan en la estantería, el escritorio sigue siendo un caos.
Diría Victoria que eso de "el ranchito" como llamó ella a ese caos visual que emocionalmente tiene un orden para mí, es algo que todo el mundo tiene y nadie admite tener. Que ella tiene su gaveta "ranchito" porque vive en un cuarto y si viviera en una casa tendría un cuarto "ranchito" y si viviera en una mansión tendría un ala "ranchito". "Todo el mundo tiene su ranchito pero, claro, nadie va a salir a decir que lo tiene!". Decía ella entonces.
Y se me antoja que "el ranchito" de Victoria es como "el amante" de Ana María... quien dice que todos tenemos un amante pero que nadie va a salir de bocón a decir que lo tiene. Ella me soltó esa verdad rotunda cuando me vió los ojos, grandes como la luna llena, después de confesarme que, tras tanto lidiar por meses con su novio había sucumbido a las tentaciones de la carne y ahora estaba más tranquila con su novio porque tenía todos sus desahogos con una novedad novísima para ella y mis sorprendidos oidos: un amante. Pero del amante de Ana María y su fascinante visión de la vida donde menos no es más (por lo menos no en el amor) hablaremos otro día. Yo me quedo hoy con Victoria que se da la mano con Ana María en lo de hacerme descubrir un pedazo del mundo.
A Victoria le voy a hacer como a Lorena, le voy a describir mi jardín. Claro, están invitados a recorrérselo de la mano mía, junto con Victoria porque, por cosas de la vida, he hecho de guía turística en más de una ocasión, en 3 idiomas distintos, y me he acostumbrado a tratar con grupos grandes de gente curiosa. La única diferencia entre la descripción de Lorena y la que le voy a hacer a Victoria es que la de Victoria tendrá las fotos que le debo a Lorena. Así, podrán imaginarse primero y comparar con la realidad después.
El jardín de mi casa en esta nevera industrial europea no está a la vista en lo que se abre la puerta de atrás de la casa. No sé por qué razón, supongo que porque los belgas son muy discretos y todo lo recelan y antes de mi esposo y yo, en esta casa vivieron 2 generaciones de begas y, claro, la casa fue diseñada con usos y normas con los que yo no encajo.
75 años más tarde, llega una venezolana a revolverle la vida hasta a las termitas (si es que la sospecha de mi esposo es cierta y tenemos unas termitas en la escalera de la casa) y por supuesto, el jardín no encaja con los desenfadados usos de esta venezolana que no esconde que está triste y llora, que se sorprende y pela los ojos, que se alegra y brinca y que se viste de rojo chillón lo mismo que de amarillo "color acera" si le provoca porque está gris el día y no va a hacer como el común de la gente por acá y se va a vestir de algo que desentone para romper la rutina del paisaje.
Esta casa no estaba diseñada para mí. Y a la vez sí. Explico por qué a la vez sí porque ya dije por qué no. Con ese romanticismo absurdo que me acompaña siempre, la idea de que el jardín no esté justo al abrir la puerta de la cocina que da para "la parte de atrás de la casa", sino que haya que atravesar un cuarto de herramientas, peroles, cacharros, corotos y bicicletas nuevas más viejas de Joris y la mía, no me incomoda. Es más, no solo no me incomoda sino que me parece que le da un aire de "jardín secreto". Como el de la película, The secret Garden, se acuerdan? Y, como no fuera poco, el cuartico de las herramientas, peroles, cacharros, corotos y bicicletas de Joris más la mía no está abierto de par en par al jardín. Claro, cómo habría de estarlo? Es un cuarto de herramientas diseñado por belgas... debe estar cerrado.
El cuarto conecta al jardín por otra puerta que hay que "abrir sin cerrojo y cerrar sin pestillo". Es decir, hay que levantar una palanca usando un destornillador que se quedó sin cabeza y luego, levantando un antiguo pasador que se usa como tirador, levantar la puerta con toda la fuerza que se requiera para hacerla abrir mientras se desliza irregularmente por el piso y suena "tratratratra, traaaaa shhhhshhhhst" mientras arrastra la arenita o lo que sea que tiene bajo de sí. Luego de darle la vuelta a la puerta (porque de tanto halar seguimos viendo hacia la puerta pero nos enfrentamos a la pared que antes quedaba a nuestra derecha), se abre ante nuestros ojos "el jardín secreto de Laura".
No es falta de modestia. El jardín de esta casa no existía antes de mí. Fue hecho por mí. Joris no tenía sino unos cuantos arbustos que crecían a su libre albedrío entre piedras y abrojos. En pleno invierno, tras descubrírsele una hipertrofia cardíaca a mi esposo y luego de que el cardiólogo le dijera que no podía ir a más de 130 pulsaciones por minuto y decirle que tenía que tomar betabloqueadores y que a futuro se le veía una complicación en la válvula mitral que requeriría una operación...y que todo este drama personal en su corazón era genéticamente transmisible y podía pasar, como en su caso, a 50% de la descendencia, se decidió a arreglar el jardín para mí.
Su frustración personal y su fatalismo (claro, mi hermano que no hace ejercicio, bebe y fuma no tiene un carrizo y yo que no fumo, no bebo y hago ejercicio tengo la vida medida entre parámetros... de bolas que tenía que tocarme a mí a quién más! De esto me voy a morir, sabes?) se complicó con su deber moral de "no cagarle la vida a más nadie" (esta cosa se la puedo pasar a la mitad de nuestros hijos... es que, sabiendo eso, para qué quiero tener hijos? Para hacerlos sufrir lo mismo que sufro yo?). Como él tenía que drenar el estrés de todo esto de alguna forma, y yo no lograba hacerlo salir de su círculo vicioso de tristeza, rabia a la vida, perdón infinito a su madre que fue la que le transmitió la enfermedad y quien se sentía culpable de saber que la enfermedad de su hijo era de parte de ella... su padre, Antoon, ante el desespero que me producía la falta de resultado de mis plegarias al cielo y de todos mis abrazos, palabras de aliento y pequeños detalles culinarios para malcriarlo y consentirlo, le dijo que midiera el jardín, que entre los dos tenían que hacer un jardín para mí.
La razón de Antoon caló en la mente de Joris "porque solita, en casa, sin nada que hacer y sin un jardín para ver o en el que puedas sentarte a leer, tampoco puedes estar!"A Antoon le debo el ayudarme a que Joris reaccionara a mi terapia de shock y entre los dos lo sacamos de su depresión y fatalismo. Entre ellos dos crearon el regalo de amor más lindo que pude soñar jamás... yo que siempre soñé, en mi bucólico romanticismo tejido en las fibras de mi complicado ser, que algún día tendría una casita con jardín para llenar de flores.
Me entienden ahora el por qué no me molesta que sea un jardín oculto tras dos puertas y un jardín de cachivaches? Cada vez que lo muestro, se me revela el milagro que estos 2 hombres lograron en 2, casi 3 meses, tras remover tierra, losas de cemento, piedras y abrojos. De rodillas, y a gatas a veces (Antoon sobre todo con el camino de ladrillitos), lograron esculpir en la tierra, tatuar con la fragilidad de un grupo de semillas y tallitos que con fervor me dediqué a cuidar, una prueba del amor de unos y otros para unos y otros en medio de esa pequeña tragedia que resulta uno de esos dramas de la vida cotidiana que se asumen y se les pasa la hoja o que nos consumen hasta matarnos si nos quedamos en ellos.
Tras abrir esa puerta, a derecha e izquierda por el camino que se nos abre a la izquierda y luego se nos escapa por la derecha, dibujando una curva que lo hace ver mucho más grande de lo que en realidad es ese pedacito de tierra (composición arquitectónica del mañoso Antoon que se la fumó tranquilamente luego de años de estudiar jardines y de aciertos y fracasos con el suyo propio), vemos un par de rejas pintadas de blanco que son regalo de Henk cuando él y Benedikt, junto con Isabella, y siguiendo la tradición de estos lares, nos instalaron en la puerta de la casa una serie de mallas hechas de cabillas, de las más delgadas, llenas de globos que formaban un corazón con una sábana pintada que decía "felíz matrimonio y gozoso futuro" con alusiones de segundo tipo, según dice mi esposo... en un perfecto holandés que me deja indiferente. A esas rejas pintadas de blanco se trepan, juguetones, dos rosales de una variedad inglesa que Antoon sacó de su jardín y que han probado ser de un oloroso y bello.... Como las de las películas inglesas, de verdad!
Si seguimos el camino, la vista nos lleva a una esquinita que tiene una mesita con dos sillas, vacías la mayor parte del tiempo: bien por la lluvia, bien por la brisa, no consigo hacerlas realmente útiles. Son, sin embargo, un detalle que invita a sentirse bienvenido y en casa. Entre la mesita y las rosas, se nos quedó a la derecha toda una colección de flores llamadas "Rosas de la India" que provienen de Hawai. Yo también lo pensé pero, en fin, vivan los horticultores y sus clasificaciones locas.
A los rosales trepadores de la derecha (que no se ven porque como no les hemos puesto los alambres no se trepan sino que se han empezado a arrastrar por el piso) los rodean estas rosas de la India que progresivamente desaparecen, dejan una pausa visual de tierra y luego empiezan las hortensias blancas, el romero y la mata de comino que finalmente ceden espacio a un laurel, puesto allí por el mismisimo Antoon, "antes de todos los siglos" del jardín (fue la primera mata que él plantó) en honor a mi nombre.
Para los que no se lo sabían, el origen de mi nombre proviene del Latin Laurus, planta preferida por el dios Apollo, dios de las artes y las guerras. Para hacer breve una historia larga, Apolo se enamoró perdidamente de la ninfa Dafne y Zeus se molestó muchísimo con su altamente hormonado hijo quien, en vez de acudir al Olimpo para cumplir con sus deberes como su padre le había pedido ya reiteradas veces, se estaba dedicando a corretear a Dafne por un bosque. Harto hasta el gorro, Zeus agarró su dedo índice y de un rayo fulminante transformó a Dafne de una grácil y bella ninfa a una mata de laurel. Apolo, casi llorando, afirmó que desde ese momento en adelante esa sería su planta favorita entre todas las de la tierra y sólo con ella se le podría honrar. Por eso es que vemos en grabados y pinturas que en el imperio romano todo escritor, artista, gladiador o prócer militar de gala y honor era coronado con laureles. Era porque todos esos hombres eran la más pura y digna representación de las artes y la guerra, valores que el dios Apolo ostentaba y poseía. En la época Romana, Laurus era no sólo el nombre de la planta sino un nombre para hombre y, con el tiempo, por evoluciones de la lengua y para diferenciar la planta del hombre, se siguió llamando Laurus a la planta y Lauro al hombre. Seguro que la variante se la debemos a algún ingenioso padre que pensó que el sembradío de Laurus podría ser un sitio divertido para que su pequeño Laurus lo burlara cada vez que lo fuera a castigar y podría verse muy ridículo gritando Laurus, Laurus... LAURUS!!! Si no sales te voy a pelar" porque, al fin y al cabo, el Laurus abundaba a la derecha e izquierda del señor.
En el siglo XVIII se puso de moda llamar al primogénito como al padre. Y si era niña, hacer adaptación del nombre del padre. Así es como llegaron a nosotros nombres como Roberta, Antonia, Manuela, Jacinta, Josefina, Genoveva y, claro, como olvidarlo, Laura. Que fue una excepción a la norma y rompió esquemas: reemplazó al nombre masculino y lo anuló como nombre para hombre. Diría Marcel que no lo anuló tanto porque todavía se usa como apellido... como el que ostenta el insigne guitarrista Antonio Lauro. Claro, por eso hice la salvedad: lo anuló como nombre. Así es como nació mi nombre y Antoon, conocedor del cuento, decidió plantar un laurel en el jardín cuando sólo era tierra removida... y un buen día, cuando iba yo con unos sadwuichitos y unos chocolates calientes para ellos, me preguntó "qué ves en el jardín?" y con pico y pala en la mano de padre e hijo, confrontada con la mirada de ellos y un montón de tierra, apenas una hilera de arbustos, cuerditas y palitos para marcar puntos donde iría el camino y el área de las hortensias y las rosas y el lindo trabajo que todo aquello les había dado a ese par y esperando un lindo porvenir dije, un poco insegura pero confiada en que no heriría a nadie con la respuesta "un lindo futuro..." y Antoon inmediatamente sonrió y meneó la cabeza mientras decía "No, no..." y apuntando frente a sus pies, al laurel, decía "a Laura!".... se me comprime el corazón cada vez que le doy la vuelta a esa curva y veo el laurel allí, con sus hojotas abiertas guiñándome el ojo.
Entre la reja con el rosal y la mesita, de ese lado izquierdo, no hay más que otro rosal enorme que se cae de flores de un rojo purpúreo como sólo un César podía portar y que abundan en primavera... Ahora está de un discreto que parece "una mata ahí"... Yo que la conozco, la miro y me devuelve la mirada como diciéndome "sí, yo sé que tú sabes... pero más nadie!
Por los lados del camino hay una serie de maticas enanas, de 15 cms de altura, que se cubren de flores del blanco al fucsia, incluyendo un amarillo más encendido que la crema pastelera. Son pequeñas planticas que me alegran la vida pero que se escapa a la vista de la mayoría de los que pasan. Hago mención de ellas para que no las olviden cuando vengan y vean el jardin con sus propios ojos. Detrás de la mesita de la esquina hay unas plantas cuyo tallo desafía la gravedad y al viento por lo endeble que es y lo frágil que resulta. Las flores de ellas son pequeñas y muy perfumadas y de ellas proviene el nombre en francés de las plantas (me disculpan el aparente esnobismo, no logro aprenderme el nombre de la equivalencia en holandés y no me cabe sino el del otro idioma, que lo conozco a pedazos y no sé casi nada de floristería...) que se llaman "guisantes de olor"...
Pasando la mesita, tras ver algunos tallitos moteados de azul y unas plantas de hojas grandes que no me gustan y me parecen vulgar "monte", éntre las que se esconde un moral que se botó este año, ocurre un cambio de perspectiva en la visual que choca con la "bajeza" de lo anterior: se nos "empinan" unos bambues de 4 metros de alto que se la están pasando tan bien a la vereda del camino que termina justo allí, en lo que terminan los bambues, que hasta hijos me están echando. Se divierten de lo lindo... no les digo?
Detrás de los bambúes, a la derecha, está todo un sembradío de unos girasoles cuya variedad se llama "teddy bear" u "osito de peluche". en lo que se los presente, lo van a entender... y detrás de ellos están unos "claveles de muerto" que me fascinan por el color amarillo encendido y las pintas de rojo marrón... el nombre que les dan por estos lados es menos "fatalista" y los llaman simplemente "hedionditos". Frente a los "hedionditos" esán unas señoritas espigadas de colores preciosos que van del rojo escarlata, pasando por el naranja chillón, el fucsia o rosa fluo (depende de quien lo vea) y llegando al amarillo acera... llamadas pomposamente "zinnias". Hasta nombre de mujer parece!
Pasando los bambues se abre una explanada de verde grama... límpida... con unas lositas de piedra aquí y allá formando un caminito que tiene, del lado derecho, el gallinero del vecino de al lado y, del lado izquierdo, el jardín del vecino de la otra cuadra, transversal a nuestra calle. Yo tampoco lo entendía pero después me resultó lógico. Tranquilos...
Del lado derecho del jardín se ve un pedacito de tierra abonado con unas planticas típicas de acá... con flores pequeñas de color purpúreo salpicadas de blanco en las orillas... y otras de un fucsia intenso... Hay unos "lirios del valle" que florearon en febrero en medio de un frío que le congela a cualquiera los pensamientos... y una serie de plantas que son bulbos y andan todas media feas porque esta no es la estación de ellas... y finalmente, antes de los arbustos, hay un girasol enorme... y se está acercando la época de que me abra el otro.
Al final, al fondo del jardín, está el gallinero. El recinto de las 3 locas de otros cuentos... las mismas que en lo que están durmiendo, si uno va a ponerles comida para el día siguiente, salen corriendo por la tabla que las lleva del piso a la casa... y el otro día una rodó, literalmente, por ahí abajo y se quedó echada en el piso quejándose y viendo con rabia la rampa, según me contaba Joris. Pero, quién las manda a muertas de hambre? Ni entrar a veces me dejan porque se agolpan las 3 a la entrada para ver qué les lleva uno... son de un "muerto de hambre" de terror y espanto...
Este es mi jardín. Así se ve...
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