Carta a El Nacional
Esto era el colmo de mi increible osadía. Me sorprendo hasta yo misma... Estoy suscrita a, entre otros muchos periódicos, El Nacional y descubrí por el boletín de la semana del 2 de mayo, que ellos tenían un canal de "Venezolanos en el Exterior" y pedían que los venezolanos que estábamos en el extranjero relatáramos nuestras experiencias laborales. No me pregunten qué me pasó en ese momento... me dieron ganas de escribir. "Total? Como va a escribir tantísima gente de España y Francia que es donde hay más venezolanos en Europa, seguro que a la mía ni perinolas le paran... pero si llegan a hacer algún foro, a lo mejor alguien que se tiene que venir para acá ve mi artículo y se emociona a escribirme para saber más... voy a averiguar todo eso de si este tipo de colaboración es como para un foro o qué y mando mi cartita de una también..." Y así hice. Esta es la famosa carta de las que les hablo en mi "página" del 29 de mayo. Mandé la carta el 2 de mayo y estuvo por 3 semanas online... Se los juro que hasta yo me sorprendo de la osadía que tuve... Me quedaron ganas de seguir escribiendo.... ahora comencé el blog... ser´que algún día les haré caso y escribiré un libro? Es que no tengo ni idea de qué escribir, creo que por eso no lo he empezado. Por ahora, confórmense con esta. Los quiero muchote...
Por cuestiones más de amor que de creencia política o sueño personal de "dejarlo todo y salir de aquí" me ví obligada a dejar mi país y venirme para Bélgica. Tenía años de relación con un ciudadano belga de la parte flamenca, la de habla holandesa, y mi venida la habíamos postergado por mis estudios superiores. Una vez terminada mi carrera, me vine. Ambos creimos que mi carrera (traducción e interpretación de inglés y francés) encontraría cabida más rápidamente en el mercado laboral de su país que la de él (modelista metalmecánico) en el mío. No cesamos de sorprendernos ante los infructuosos resultados de mi búsqueda laboral.
Con un curriculum impresionante para mis 26 años me he dado golpes contra la cabeza en casi todas las agencias de búsqueda de empleo. Mi primera sorpresa ha sido descubrir que, en un país de 3 idiomas oficiales, sin siquiera revisar mi CV o preguntarme por mis idiomas, de inmediato me dicen que el holandés es indispensable. Esto me lo han dicho hasta en ciudades fronterizas con la parte francesa. Y me han llegado a proponer trabajos " de poca o ninguna preparación" para hacer de "obrera embalando cajas y paquetes". Por amor propio me he decidido a no darme por vencida y no abandonar el curso de holandés que comencé a finales de noviembre: la experiencia me ha enseñado que he de aprender el único idioma que me llevará a conseguir trabajo y a hacerme entender por buena parte de la región en donde vivo porque, con asombro, he descubierto que hay quienes sólo hablan el dialecto, el flamenco.
El gobierno regional tiene un plan de integración para los extranjeros y desde que llegué en octubre estoy en contacto con ellos y no he dejado de sorprenderme de la ineficiencia del sistema. Mi esposo se ha decepcionado enormemente de su país y de sus instituciones de las que solía hablar con orgullo y seguridad. No sólo no han cubierto los gastos de nada de lo que concierne al curso de holandés que estoy haciendo, aunque es política del gobierno regional hacerlo pues les interesa que los extranjeros aprendan el idioma, sino que siempre consiguen alguna excusa para retrasar mi ingreso al sistema de búsqueda de empleo.
"Si tuvieras que volver a hacerlo, lo harías?" Me preguntan amigos y familiares tras leerse mis e-mails contándoles todas mis conquistas y batallas cotidianas en este país de clima triste, gente amable pero muy tímida y con tendencias segregacionalistas y hasta xenofóbicas. Y mi respuesta siempre ha sido que sí. Sí lo volvería hacer porque en este país he aprendido que los venezolanos seremos atípico con respecto a los demás pueblos latinoamericanos, pero tenemos una fuerza de espíritu inquebrantable. Somos de los que nos caemos, lloramos, nos secamos las lagrimas y nos sacudimos los pantalones y seguimos adelante con la convicción de que en el próximo hueco no vamos a caer porque le vamos a prestar atención. En este país de 3 idiomas, 5 gobiernos y mil nacionalidades que no se mezclan ni se amalgaman y que se miran entre sí con recelo o temor, me he descubierto profundamente venezolana: abierta, expansiva, receptiva, optimista, luchadora y decidida. Y hasta mi esposo se ha dado cuenta de que, por adopción más que por nacimiento, él es medio venezolano y medio flamenco... porque no pierde las esperanzas. Hay quienes dicen que tengo mucho coraje, yo lo llamo simplemente "instinto de supervivencia." Y es que, luego de tanto nadar, no se puede morir en la orilla...
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